La Dehesa Gourmet de Andy, cocina irreverente con un poco de 'Afrodisiaco'

Negocios

Abrió en la Avenida del Montserrat por un golpe de suerte tras haber sido trabajador del local que había antes

La empanada de morcilla de buey o el rabo de toro, los platos que no se puede uno perder

Andy, 'Afrodisiaco'. / Javier Alonso

Casi de gesta se podría calificar conseguir un hueco libre en ‘La dehesa gastronómica de Andy’, uno de los espacios más concurridos de la capitalina Avenida de Montserrat. Su lema es ‘Afrodisiaco’, incluso lo lleva tatuado en la piel, siendo una manera de diferenciarse del resto. Empezó llamando así a su vermut y ahora preside este local, pequeño pero siempre lleno, que está a dos pasos de las nuevas dependencias de la Junta de Andalucía, antaño las de Cajamar.

‘Irreverente’ podría ser una palabra para describir a Andrés Felices, ‘Andy’ para todos. La oportunidad de tener su propio negocio después de haberse desempeñado desde los 17 años en hostelería, con algunas incursiones en el ocio nocturno. “Antes era una tienda gourmet, donde yo trabajaba como empleado, pero a los seis meses me ofreció quedarme con el negocio y dije, ¿por qué no?”, rememora. Todo fue un golpe de azar. Estar en el momento de exacto.

Empanada de morcilla de buey. / Javier Alonso

Aunque empezó heredando el espíritu del negocio predecesor, con una mezcla de tienda y bar, ha ido encontrando su propio camino y poniendo cada vez más mesas. Aprovechó la pandemia para reformar el local y reconvertirse un bar al que es mejor ir con reserva, pues si no es casi imposible encontrar mesa. “Todos los fines de semana estamos llenos, damos buen producto y buen servicio y eso lo hacemos todo el año”, cuenta antes de empezar el servicio. Luego se le podrá ver corriendo de un lado para otro y, si puede, parándose a charlar con los clientes. Es como una gran familia. La tapa es lo que más se ve en las mesas, aunque ofrece raciones y el menú degustación. La empanada con morcilla de buey es una de sus ‘delicatessen’, la más vendida de todas. Es especial para él, pues fue la primera que creó. Las mesas se colmará pronto de rabos de toro y demás delicias.

Es de los que se lleva el trabajo a casa. No le queda otra, pues la cocina del local no tiene extracción de humos y las posibilidades de trabajar son limitadas. “No tenemos cocina, trabajamos todo al horno, lo elaboramos en casa y aquí hacemos algunos platos”, asegura. La cocina no es de Estrella Michelín sino la que podría encontrarse en cualquier casa. Le gustaría seguir creciendo pero no mudarse. “Me dicen que me busque otro sitio pero perdería la esencia, quiero que el cliente se sienta agusto”, defiende. Confía en quien va por allí. “Yo me fío de quien viene, si me piden una copa de vino, les doy la botella entera y luego les pregunto cuanto han tomado”, explica.

Hasta el postre, que es casero, tiene su toque peculiar. / Javier Alonso

Defiende el placer del buen comer y beber, “el mejor del ser humano”, para que todos desconecten en su templo de los problemas mundanos del día a día. Le funciona. “Hemos pasado de tener cuatro mesas de plástico a contar hasta con terraza”, dice con orgullo. “La gente me dice que me falta tal o cual pero lo que falta siempre es dinero”, explica con sorna.

“Del 1 al 10 de cada mes sabemos si vamos ahogados o no, es cuando tenemos que pagar las facturas”, explica. Así se inventó los eventos que realiza en el local. Hasta Paco Calavera ha desplegado risas en este rincón de un barrio residencial y plagado de oficinas donde ha encontrado su hueco. Los eventos tienen un matiz de sorpresa e irreverencia. Por San Valentín fusionó una cata de vinos con un taller de sexología. Le funcionó. Debe ser ‘Afrodisiaco’.

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