La pesca lanza un SOS en plena revuelta del campo: "Se va a perder, no hay gente para ir a la mar”
Las flotas de cerco del Mediterráneo están en pleno paro biológico de un mes, momento que les ha servido para hacer cuentas y pensar en el futuro
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A Rubén Cruz le coge la insistencia de este periodista recién llegado de un viaje. Tiene un mes de obligadas “vacaciones” para cumplir con el paro biológico impuesto a la pesca de cerco, la que busca atrapar al pez ubicado en un banco con una red que mide unos 350 metros de longitud y 80 de ancho. Se usa principalmente para las especies pelágicas, las que viven cerca de la superficie, siendo el boquerón y la sardina las que más dinero aportan a los profesionales de la mar.
Lleva un mes de agradecido descanso aunque escuchando el eco de la protesta que el sector primario está desarrollando en las principales carreteras del país. Comparte su solidaridad pero no los motivos para la rabia. “La situación es normal, estamos parados, a nosotros lo del campo no nos afecta”, asegura. El cerco vive una situación más propicia que la que sufre la pesca de arrastre, que sufre mayores limitaciones normativas en la actualidad. “A nosotros solo nos obligan a parar este mes, la pesca de arrastre sí está más complicada”, explica.
Cruz aporta cifras y calcula que hay barcos que solo pueden salir a faenar noventa días al año, lo que les impide rentabilizar la inversión, habida cuenta de las oscilaciones en la actividad. El acuerdo alcanzado en las instituciones europeas para la pesca de arrastre en el Mediterráneo durante el 2024 provocó de todo menos entusiasmo en la costa andaluza. La reducción anunciada de un 9% en los días permitidos tuvo una rápida respuesta pidiendo una compensación con la promesa de mejorar la selectividad del arte de arrastre con mallas cuadradas en los copos de 45 mm a cambio de una reducción de la restricción a la mitad.
LAS CUENTAS NO SALEN
Uno de los problemas compartidos por todas las modalidades de pesca está en el bolsillo, cada vez más vacío. Surge aquí un concepto, el de la ‘venta a perdidas’, que sí tiene un igual eco en el campo. “Para mantenerte tienes que vender 800.000 euros y eso implica que tienes que pillar toneladas al día”, clama. Con estas cifras, las cuentas no les salen.
“Hay veces que se ríen de nosotros, vendes mil euros y eso lo gastas solo en el gasoil”, asegura. Esto provoca que cada vez menos personas confíen en el sector pesquero y busquen trabajo en sectores más estables. “La pesca se va a ir perdiendo, no hay gente que quiera trabajar en la mar”, cuenta. Con ello, el futuro está echado a perder. España teme perder el liderato que mantiene en cuanto a flota pesquera dentro de la Unión Europea. Pese a que es el que más profesionales tiene, el país es uno de los que más importa en las costas europeas, comprando el 70% del producto que se consume en los hogares. “La gente quiere vender la flota, cada vez hay más así”, resume Rubén.
“Hay veces que pillas muchos boquerones y vendes 12.000 euros pero no lo compensas con los otros días”, explica. Pillar boquerón y sardina es lo mejor que le puede pasar a quien sale a faenar pues es lo que más caro se vende.
NI PARA COMER
“Este año ha sido regular, nos hemos escapado, pero ya no hay gente que quiera trabajar, no les da ni para comer”, denuncia. Hay quien padece esta situación irregular y parece haberse acostumbrado. Rubén lo afronta con total naturalidad, aunque con pesar.
Más crítico fue el patrón de la Cofradía de Pescadores de Garrucha, Gaspar Giménez, cuando conoció a inicios de año los planes desde Europa. “Nos llevan con la soga al cuello, esto ya es demasiado”, explicó entonces en declaraciones a la agencia de noticias Europa Press. “Aquí los patrones de los barcos que estamos pescando somos autónomos, no tenemos ni paro, ni tenemos nada”, añadió.
“Tenemos un año bueno y tres malos”, sentencia Rubén Cruz sobre las posibilidades que tienen quienes trabajan en el sector de la mar. Este parece ser el bueno. El patrón, que desarrolla su actividad en las aguas del Mediterráneo, es taxativo. “Nos irán quitando días y poniendo normas”, explica. Quienes son menos afortunados en cuanto a los días de pesca son más contundentes, no les queda otra, a la hora de tomar medidas.
“Ahora cuando hace mal tiempo ya no se sale, se pierde dinero y un día”, explica sobre lo que hacen quienes se dedican a la pesca de arrastre. No compensa atreverse a trabajar para luego no tener nada que capturar y tener que pagar los costes de poner el barco en marcha. Mirando al futuro, pesimismo. Hacia Europa, aún sabiendo de lo necesaria que es, las miradas son de recelo. “Un año nos quitarán las sardinas, otros los boquerones... Así nos vamos a hundir”, dice con honda desesperación.
Cuando se enfrentan a una jornada de trabajo, que se desarrolla mientras los consumidores duermen, no solo les preocupa capturar sino qué y cómo. La fiereza de los atunes les está haciendo perder dinero. “El atún nos hace mucho daño, tenemos averías y la tenemos que pagar nosotros”, explica. Para eso no hay ayudas. “Tuve que venir diez horas para cambiar de redes, eso no lo paga nadie”, señala. Cierra mirando a quien lo vende, recuperando la mirada sobre unos precios que son cada vez más bajos. “No se recupera todo, una caja de pescado vale tres euros”, dice. Sin optimismo, pronto volverá al trabajo.
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