Los pastores, claves en la lucha contra los incendios forestales

Ganadería

La RAPCA, Red de Área Pasto Cortafuegos de Andalucía, alquila terrenos de monte público para que sean pastoreados y cuidados

Antonio López, pastor: “Estar en la sierra es una terapia para mí, el bar es más sacrificado”

Justo Porfirio, coordinador del RAPCA en Almería.
Justo Porfirio, coordinador del RAPCA en Almería. / Javier Alonso

Bacares/Justo Porfirio maneja con calma la furgoneta de la Consejería de Agricultura por las calles de Bacares, adentrándose poco después en el monte que resguarda esta localidad del Valle del Almanzora, en la que viven unas doscientas personas, según los datos que aporta el Instituto Nacional de Estadística. Uno no puede evitar sentirse mareado con el sinfín de curvas que conducen a la que es una actividad fundamental en la economía del municipio, la del campo. Es difícil encontrar vehículos en la carretera, más aún algo de ganado.

Aún sentados en el vehículo llega la primera frase contundente. “Hay cada vez menos ganaderos, aquí ya solo tengo a uno”, explica. Su vida es ir en busca suya, ayudarles con las tareas del día a día y ser el coordinador del RAPCA, la Red de Áreas Pasto Cortafuegos de Andalucía, que pertenece a la Consejería de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul de la Junta de Andalucía. Recorre miles de kilómetros, lleva 200.000 en poco menos de tres años, para comprobar el estado de los cortafuegos que se instalan en los montes y promover el oficio de pastor, que se está perdiendo.

“Es un trabajo muy esclavo, muy sacrificado”, reconoce Porfirio, quien ejerce como correa de transmisión entre los productores y la administración. “El que viene a trabajar sin vocación, no aguanta”, defiende. Su labor la hace junto a la Asociación Pastores por el Monte Mediterráneo, que la semana pasada reunió a su asamblea en Alcóntar, contando con la presencia de la delegada del Gobierno de la Junta de Andalucía en la provincia, Aránzazu Martín. En la asociación trabajan en proyectos como el COMPÁS de Bioeconomía, donde buscan combinar las quemas prescritas y el pastoreo planificado como herramienta en la prevención de grandes incendios forestales.

Rebaño de ovejas.
Rebaño de ovejas. / Javier Alonso

Les ayudan a evitar que puedan arder los montes que tan necesarios son para los ganaderos pero también en los papeleos “que les desbordan”. Intentan cuidar a los últimos resilientes de la ganadería, los supervivientes en la sierra. “Y vamos a ver este año”, explica con temor. Les alquilan un trozo de monte público, en contratos de cuatro años, para que mantengan la sierra con vida y se puedan evitar grandes fuegos, pastoreando contra la tragedia. “Queremos que no se queden jurídicamente desprotegidos, si un papel falla tienen que devolver las ayudas de la PAC de cinco años”. Confía en el relevo.

“En la Alpujarra tengo yo a varios jovencillos, en zonas como Bayárcal o Paterna del Río”, dice con optimismo. En toda Andalucía tienen doscientos pastores, lo que se traduce en unas 6.000 hectáreas de cortafuegos pastoreados y limpios para cuando arranca la fase de mayor riesgo, en verano. En las montañas que cubren a Bacares llevan ya años sin tener que temer por la pesadilla del fuego. El proyecto desarrollado en toda la comunidad andaluza les ha permitido recibir el Premio Batefuegos de Oro 2021 a la prevención de incendios.

“La gente no lo valora pero fue un ganadero el que me dio la voz de alarma cuando se prendió fuego Los Carrascos hará un años, serían las tres de la madrugada y estaba pastoreando con su rebaño cuando vió la lumbre a lo lejos”, defiende.

“En Ohanes he tenido suerte, murió la persona que tenía el rebaño y otra persona se lo ha quedado con los cortafuegos”, asegura. El relevo generacional, tan necesario para mantener en buen estado de salud el sector primario, corre peligro si no le ven rentabilidad a un trabajo que lleva una dedicación plena, un radical cambio de vida. Pide más dinero para los ganaderos que aceptan entrar en el proyecto de la RAPCA, el doble en euros si hace falta. Contra el fuego, cada minuto es necesario.

El campo es fundamental para la vida económica de Bacares, que ingresa una ingente cantidad de dinero con la actividad del sector primario y, los fines de semana, con la caza. “Hay muchos animales por aquí”, explica. Las ovejas que se pierden son presas para los lobos.

Todo está perfectamente controlado. Pese al dicho, el campo tiene puertas. “Todo está planificado, saben donde tienen que ir”, asegura. A lo lejos se escucha su sonido, habitual en su jornada laboral. “Había una persona que él dejaba las ovejas por la noche y sabía donde estaban por la mañana, ellas no se pegan a los árboles, andaban por los cortafuegos buscando el agua”, asegura.

Él estudió Agropecuaria pero ha ido aprendiendo con el paso de los años, porque “esto no te lo enseña nadie”. “Llevo catorce años y he ido aprendiendo de lo que me cuentan, están en el bar y están hablando de esto”, dice antes de aludir a la competencia. “Siempre te dicen que lo llevan mejor que otros”, cierra con una mueca de sonrisa.

Sin vacaciones por elección: "No se fían"

En la conversación con pastores del Almanzora surge la inevitable pregunta, ¿y las vacaciones? La respuesta es clara: “no hay, no me he cogido en mi vida”. Justo Porfirio explica que uno de los objetivos de la Asociación Pastores por el Monte Mediterráneo en su fundación fue crear una bolsa con aprendices de la Escuela de Pastores, gestionada por ellos, para que, en caso de que un pastor quisiera tomarse vacaciones, el rebaño no quedara nunca desprotegido.

“Es gente que es sota, caballo, rey, no les puedes sacar de ello, no tienen otra historia”, asegura. “No se fían, parece que si no están les falta algo”, defiende. Pasan largas jornadas en el campo y se preocupan por el más mínimo detalle, un hábito que no entiende de fiestas. En agosto, mientras el resto del mundo descansa, es uno de sus meses más intensos.

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