El paraíso de la pitaya está en Las Tres Villas: "Yo me como cinco o seis cada mañana"

Frutas

Paco Hurtado disfruta ahora paseando por su finca tras toda una vida dedicado a la agricultura

Dos hermanos que han disfrutado del campo durante toda su vida

Paco Hurtado disfruta comiendo la pitaya que se planta en su finca.
Paco Hurtado disfruta comiendo la pitaya que se planta en su finca. / Javier Alonso
Carlos Javier Lillo

14 de octubre 2023 - 06:00

El camino es pedregoso pero bello. A las faldas de la montaña, saluda Paco Hurtado, dueño de una finca pionera en la provincia almeriense en el cultivo de pitaya, una fruta tropical que lleva años ganando enteros en la costa mediterránea. Paco tiene en la finca de Las Tres Villas su “hobbie”, el divertimento que le lleva a realizar la ruta desde Roquetas de Mar cuando quiere respirar el aire puro del campo almeriense. Después de toda una vida dedicado al agro, compró los terrenos mientras la pandemia atenazaba a todos los españoles para disfrutar pero ya no para trabajar. Ahora va de vez en cuando, siempre que puede y quiere echar un rato, para comprobar el estado de los cultivos y comerse alguna que otra pitaya. En presencia de los periodistas, que también catan el manjar, tres.

Se trata de una finca con una particularidad especial que le da un toque diferente: una parte está en Doña María pero otra en Nacimiento. Pertenece a la primera el invernadero donde cultiva sus pitayas, con varias variedades disponibles, desde hace quince meses. Luego las vende a las cooperativas y llegan a todas las latitudes. En el territorio asignado al término municipal tiene cultivado el que es su próximo gran proyecto, el chumbo, que cuenta con cinco hectáreas de terreno para crecer libre y gustosamente en el lugar.

Paco Hurtado con dos variedades de pitaya.
Paco Hurtado con dos variedades de pitaya. / Javier Alonso

Acaba, como quién dice, de empezar con su finca. La compró hace poco y la plantación de pitaya cumplió, justo el día en el que pasaron los periodistas por el lugar, quince meses. No se soplaron las velas pero sí se hizo un análisis de cómo se ha llegado hasta aquí. Todo empezó con la compra de unos tallos, “a euro cada uno de ellos”, según referenció Hurtado, y ya da trabajo a una persona que es la gran cuidadora de las hectáreas que allí se cultivan. Paco solo es un testigo, un espectador privilegiado de lo que tanto le maravilla. Su hobby favorito, después de tantos años trabajando en el agro, es ir a pasar el día allí. El campo es su pasión, según dice, y se le cree, con una pitaya en la mano. “Yo de fruta no me harto, me puedo comer una sandía de tres kilos de una sentada”, confiesa.

"En el campo, si te tiene que llenar de barro, te llenas" Paco Hurtado

En los últimos tiempos ha sido testigo, entre paseo y paseo, de los cambios que el planeta atraviesa. Recibe a la comitiva periodística un agradable fresco mañanero que pronto se torna en un picajoso sol. Es octubre pero como si fuera verano. Lo sufren los humanos y los cultivos. “La amarilla es la que menos ha sufrido al calor, no se ha quemado ninguna hoja para el sol”, reseña sobre cómo han capeado sus pitayas las altas temperaturas.

Así es una pitaya al ser abierta.
Así es una pitaya al ser abierta. / Javier Alonso

El nombre de pitaya puede sonar a exótico, a cultivos de otros países. Pocos saben que el corazón de la agricultura almeriense también exporta a todo el continente este fruto tan delicioso como refrescante, aunque el mercado global es multitudinario. Destacan las ventas en Asia y Sudamérica, dos de los grandes productores a nivel internacional. Como todo lo nuevo, tarda en darse a conocer. Hurtado lo sabe aunque entre sus pasiones está que se extienda. “La gente no sabe lo que está comprando”, asegura sobre cómo se comporta el producto ante el consumidor en el supermercado. Reconoce, eso sí, que es lógico dada la gran cantidad de variedades, “miles”, que hay disponibles.

Plantación de pitayas en el invernadero de Paco Hurtado.
Plantación de pitayas en el invernadero de Paco Hurtado. / Javier Alonso

Al paso de la expedición destinada a Las Tres Villas, Hurtado va explicando todo tipo de información sobre las pitayas, como el maestro del campo en el que se ha convertido después de tantas experiencias vividas y horas trabajadas. Desde pequeño se coló la agricultura en su casa y no la ha dejado desde entonces. Ha estado en los mejores días de sus cultivos pero también en los peores. Recuerda los días de lluvia en los que el agua le llegaba hasta casi las rodillas e ir a trabajar se convertía en una auténtica aventura. Nunca dejó su campo. “Si te tienes que llenar de barro, te llenas”, dice con rotundidad. Aprovecha para hacer una reflexión que sirve también de demanda para el futuro, justo cuando se cierne la amenaza sobre unos recursos hídricos cada vez más escasos. “El agua que nunca falte”, pide de forma clara. Un deseo que comparten todos los productores de cara a una campaña con dudas en cuanto a la lluvia. Eso sí, él no tiene problemas para los regadíos. “Yo tengo agua de la comunidad y aquí no hay problema”, asegura.

La pitaya es un fruto que se está abriendo paso en la provincia. Él es el único de la zona pero asegura que habrá nuevos cultivos en Abla. Ya los hay en La Cañada, El Ejido o Huércal.

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