La Abeja Feliz mantiene su sonrisa pese a la sequía
Apicultura
El ejidense Gabriel Callejón produce una miel ecológica, de mucha calidad, con colmenas distribuidas entre Almería y parte de Andalucía
Conocedor como pocos del sector, lamenta los estragos de la falta de lluvias
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“Tengo todas mis colmenas en el corazón del Parque Natural Sierra María-Los Vélez”
Las abejas son algo más que una simple profesión para Gabriel Callejón. Aunque su trabajo principal nada tiene que ver con la apicultura, desde que conoció este mundo de la mano de su gran amigo Juan Alférez, no ha parado de conocerlo y de ir innovando para que sus colmenas produjeran una miel de excelente calidad.
Repartidas por diferentes partes de la provincia de Almería, como Santa María del Águila y Gádor, así como de Andalucía (Polopos, Almuñécar o Cádiz), Gabriel tiene en torno a 300 colmenas, que trabaja en ecológico. Desde que empezara con la apicultura, el ejidense siepre ha tenido afán por mejorar y por conocer las intríngulis de un sector muy complicado, muy sacrificado, que da poco dinero, pero que te permite trabajar en plena naturaleza. “Empecé en 2001 con las abejas. Las fui multiplicando las primaveras y fueron creciendo los enjambres. Fui viendo diferentes materiales para la colmena, puesto que la que se usa aquí apenas se usa en otros sitios. Es francesa, una caja de crecimiento horizontal, mientras que el resto de colmenas son de tipo vertical”, trata de explicar para comprender el por qué de ser uno de los productores más selectos de Almería. “Es un tipo de colmena más útil para el tipo de miel monofloral. Esa miel es de un alto porcentaje del árbol que polinicen: naranjo, romero... Así conseguimos que no se mezclen la miel, para que no sea una milflores, sino monoflorales y de mucha calidad. A partir de ahí, el tema del ecológico lo he llevado siempre en mente. Intentar que el producto sea natural y diferente al del resto de apicultores. Sobre todo, no llevar la apicultura a la explotación de máximo nivel, con su estimulación o adelantarse al desarrollo natural de la abeja”.
Con esa filosofía de trabajo, Juan necesitaba una marca propia para que los clientes diferenciasen su producto de calidad de uno comercial. “En los primeros años, tuvimos una cosecha muy aceptable y fuimos a vender los bidones a los comercializadores de Valencia. Me dijeron que no había precio, que cuando se vendiera, nos pagaban. Producir miel es muy duro, son temperaturas muy altas, sacando la miel a 40º, abrigados para que las abejas no te ataquen. Aquello lo vi injusto y me puse las pilas para montar una pequeña empresa, y empecé con el ecológico para envasar mi propia miel y comercializarla a nivel particular, sin intermediarios industriales. Sí se la vendo a intermediarios, pero ya en tarros envasada buscando el consumidor final”, indica sobre el nacimiento de la Abeja Feliz, la marca de su miel que vende bien por Internet, bien directamente en su casa a amigos, familiares y sus clientes más fieles, además de a comercializadoras locales.
Ejemplar en su trabajo y su respeto al medio ambiente y al entorno de la abeja, a Gabriel se le nota preocupado. Como a la mayoría de los apicultores almerienses, que son muchos puesto que la provincia también es puntera en este sector. La falta de lluvia está haciendo mucho daño y cambiando todos los ciclos de las plantas y por ende, de las abejas. “Cada vez los años son más complicados porque llueve menos, hay más mortandad de abejas... No busco mayor clientela que la que tengo, les sirvo a ellos y poco más, con lo que tengo compaginada la producción con las ventas. La empresa no busca un desarrollo potencial, sólo busco una clientela selecta que quiera un producto de la tierra y de calidad. Si no hay primaveras en condiciones, las cosechas son muy menguadas”, indica el apicultor, cuya producción normal oscila entre los 2.500 y 3.000 kilos de miel, aunque este año todavía no ha empezado a recoger por culpa de un tiempo tan cambiante, que tiene desconcertadas a las abejas: “Ahora mismo están los campos aceptables en la alta montaña. Pero cuando le tocaba al naranjo vino la lluvia y se fastidió, la albaida no venía bien regada desde otoño no ha tenido floración, la retama suele florecer a finales de junio y este año lo estaba a finales de mayo. Cuando las plantas no van en su ciclo normal, no segregan su nectar. El año es complicado”, dice apesadumbrado.
Mieles clásicas y otras que sorprenden, como la de alcaparra
Por las zonas en las que Gabriel tiene situadas las colmenas, las abejas pueden polinizar diferentes tipos de plantas, lo que le permite obtener mieles de muy diferentes orígenes y, por lo tanto, sabores. Aunque hay algunas clásicas, a él le gusta obtener nuevas variedades que vender al público, lo que carga de sabor, de olor y de textura un producto ecológico y muy beneficioso para la salud. “Cada miel es un mundo, a mí me gusta probar y encontrar nuevos tipos. La miel del roble es oscura, muy intensa de sabor; la de romero es clara, suave de sabor, cristaliza de forma cremosa; el azahar tiene muy buen olor... Son las más significativas y las que más se intentan comercializar, pero te puede sorprender el sabor de una miel de la alcaparra, que tiene un sabor peculiar; una de tomillo, que tiene color rojizo y pica la lengua; la del almendro, que mezcla el dulzor y el amargor...”.
Mientras espera paciente a que cambie el ciclo seco de los últimos años, Gabriel sigue trabajando y la Abeja Feliz mantiene una sonrisa en la boca. Haga calor o más calor, el apicultor ejidense no duda en subirse en su coche y dirigirse al punto en el que se encuentren sus colmenas para tenerlas preparadas para cuando toque coger la miel. “Los días de libranza tengo todo el material preparado y me voy a donde las tenga: las arreglo y las cuido allí mismo. Programo los viajes según las necesidades de las colmenas. Normalmente intento tenerlas cerca, pero en los últimos años la sequía en la provincia es muy intensa y tengo que distribuirlas”.
En coche hasta Luxemburgo para comprar una reina híbrida
En su afán de conocimiento y de tener una producción apícola cada día de más calidad, Gabriel supo que en Luxemburgo había un criadero de abejas híbridas y se preguntó si con algunas reinas podía mejorar su explotación. Ni corto ni perezoso cogió su coche junto a otro apicultor y recorrió los casi dos mil kilómetros que hay de distancia entre El Ejido y el país norteeuropeo, en algo más de veinte horas.
“Eso fue en 2009, vimos una abeja híbrido en Luxemburgo, donde las crían. Queríamos probar a ver si el problema estaba en la genética de la abeja. Nada más terminar de trabajar, nos subimos otro apicultor y yo en el coche y nos fuimos para allá. Salimos a las tres de la mañana y llegamos a las ocho de la tarde, parando sólo a repostar. Nos enseñó cómo tiene su criadero de reinas en colmenas pequeñas, tipo caja de zapatos en el patio de su casa, puesto que se trata de una abeja muy mansa, no tan defensiva como la nuestra”, recuerda el apicultor ejidense.
De vuelta a casa, Gabriel y su compañero de apicultura trataron de ir introduciendo poco a poco las reinas en las diferentes colmenas que tienen repartidas, a ver si encajaban y daban el efecto deseado. Sin embargo, se trata de un proceso muy caro y costoso, puesto que al ser especies híbridas, exige una introducción constante de ejemplares, ya que su reproducción natural es bastante complicada. “Fuimos en busca de un puñado de reinas, y a la vuelta ya nos pusimos con los enjambres. El otro apicultor tenía colmenas por Segovia y las fuimos introduciendo y probando. Al ser un híbrido, le pasa como en la agricultura, hay que estar comprándolas, no puedes sacar descendencia porque pierden capacidad de producción”, lo que termina por perjudicar a la especie.
De esta manera, la prueba no resultó como a Gabriel le hubiera gustado, pero le sirvió para seguir probando y experimentando en un campo en el que se aprende a base de errores. Además, dentro de su intención de producir en ecológico, este tipo de especies híbridas no encajan. “En el pensamiento de ecológico no cabía este criterio. Además, también queremos respetar la abeja autóctona y cuando mezclas especies, no sabes si a la hora de cruzarse qué puede pasar. Aunque la abeja de centroeuropa se adapta bien, no le hemos visto más potencial que las que tenemos aquí. Lo importante es que haya campo y que llueva, sin flores ninguna de las abejas funciona”, decía el apicultor.
Razón no le falta, sea la especie de abeja que sea, como la agricultura o la ganadería, la apicultura necesita de agua para que las plantas florezcan y en los últimos años, por desgracia, las lluvias son cada vez más inusuales, por lo que el campo está sufriendo de un estrés importantísimo. “Intentamos vivir de unos insectos que comen de flores. En el momento en el que no hay climatología que permita una floración, es imposible prosperar. Toca subsistir, reducir costes y esperar que el ciclo climatológico cambie. Pensar que tiene que haber años buenos y malos”, finalizaba el sabio apicultor ejidense.
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