Sabor con acento

Anuario de Agricultura & Agroalimentación 2024

El año que termina quedará marcado por la frase de la exprimera ministra francesa hablando del sabor de los tomates españoles

Tomate Raf almeriense.

La tierra es insultada y ofrece flores como respuesta” (Rabindranath Tagore, premio Nóbel de Literatura en 1913)

No descubro nada si afirmo que los franceses han sido siempre nuestros grandes rivales. Vecinos, amigos, colaboradores, casi familia, pero con las cosas de comer, y en este caso concreto son los productos agrícolas, no se juega. Antes de que puedan poner alguna pega a este artículo por pecar de condescendiente con nuestros vecinos del norte afirmo, con rotundidad, que a ellos no les asiste la razón en el caso que nos ocupa. Dicho esto, si creo que se hace necesario una pensada sobre el modo y la forma en la que hemos ocupado y copado una parte importante del mercado de las hortalizas, atendiendo a nuestra situación de privilegio durante décadas. En la actualidad eso se ha perdido. Aquellos que en su día no eran competencia han aprendido lo suficiente como para poner en riesgo nuestro liderazgo, a la vez que nuestros antiguos competidores, caso de Francia, mantienen las mismas rutinas, que no son otras que despreciar y vituperar aquello que cultivamos, con la intención de que su gobierno o la Unión Europea incremente ayudas para seguir en un mercado cambiante y dinámico que les ha pasado por encima. Pero no se trata tanto de mirar a los franceses y alzar la voz cada vez que ponen en duda la calidad de nuestros productos -insisto que no tienen razón- sino en lo que nosotros hacemos para contrarrestar el daño que buscan hacer a la imagen de un sector innovador, sostenible y con sabor en todos y cada una de las hortalizas que cultivamos. Atrás quedaron los tiempos en los que un tomate no sabía a nada o un calabacín era poco menos que el producto de un laboratorio de semillas, con una atractivo inmejorable, pero alejado de los estándares de aroma que se supone a este tipo de productos. Al margen de rasgarnos las vestiduras y buscar a las plañideras de turno para lamentar lo malos que son nuestros vecinos, echo de menos un verdadero frente común de los afectados, agricultores, sus asociaciones y las administraciones, capaz de hacer frente de una vez por todas a tanta noticia falsa como se acumula, no ya sólo en redes sociales, sino en medios especializados y referentes en sus respectivos países, en los que sin tener la más mínima idea o buscando el sesgo negativo, se ataca a lo que producimos con descaro, premeditación y alevosía.

En Fruit Logistica, febrero en Berlín, un destacado dirigente de una empresa andaluza, me llegó a decir que se sentía satisfecho porque la campaña orquestada de la fresa lejos de disminuir el consumo de ésta, había incrementado las ventas de forma notable. Vamos, que los había puesto en el mapa de lineales de los supermercados. Pero mucho me tempo que siempre esto no va a ser así. Y ejemplos tenemos con el e-coli o con el trato que, siendo falso, aluden una y otra vez que se da a los trabajadores que laboran en los invernaderos de Almería y Huelva. No puedo estar más de acuerdo con la frase que pronuncia el escritor indio Rabindranath Tagore. La tierra, esa que merece la pena trabajar, por la que vale la pena luchar y hasta morir si es preciso, es la base sobre la que todo se sustenta. Los demás pasamos y ella permanece ahí, a la espera de nuevos trabajadores, de nuevos propietarios, de nuevos agricultores, de nuevos productores que van a tratar de dar lo mejor de si mismos para hacerla productiva, mantenerla viva y generar los alimentos que nos permiten vivir. La maltratamos más de lo debido y ella, siempre, siempre, nos compensa con flores o, lo que es lo mismo, cosecha tras cosecha. ¿Habrá algo más hermoso, sincero y alejado del permanente yo que nos invade e inunda?

Pero tanto romanticismo, aderezado de la magia de la lectura o de las imágenes de una película son, con seguridad, sólo la parte noble de aquello a lo que aspiramos, de aquello que se convierte en un sueño, pero que sólo nos provoca un quebradero de cabeza tras otro. Viene todo esto a cuenta del permanente intento de nuestros vecinos del norte, en especial los franceses y los alemanes, que de vez en cuanto también meten baza, por desdeñar aquello que se cultiva en España y en especial en la huerta de Europa que es Andalucía, Extremadura y Murcia. El año que termina pasará a la historia por la frase de la que fuera primera ministra francesa Ségolène Royal, afirmando que las hortalizas españolas, especialmente los tomates, carecen de sabor. Entiende la exministra, anclada en el pasado y con menos idea que un calamar tratando de escribir con su propia tinta, que los productos de Andalucía, de Murcia o de Extremadura carecen del sabor tradicional, del sabor que nos ha hecho célebres por nuestro mimo al cultivarlos, por el mimo que ponemos en cada detalle del proceso y por los estrictos controles de calidad que pasan permanentemente. La exministra, como otros tantos indocumentados y “listillos” no hace más que arrimar el ascua a su sardina, tratando de beneficiar a los suyos sin el menor empacho, el más mínimo pudor y escaso conocimiento. No importan los argumentos. Para que una mentira se convierta en verdad sólo tienes que repetirla una y otra vez y tener cerca del todo a los apuntadores necesarios para que la expandan y más en tiempos de las ‘fake news’ que las redes alientan y alimentan.

Hay que avanzar, todos unidos, en la pretensión de mejorar la imagen que nuestras regiones ofrecen de sus productos en el exterior

El volumen que usted tiene en su mano del Anuario de Agricultura, que el Grupo Joly edita cada año para poner en valor un sector que cotiza al alza, trata o quiere convertirse en el vehículo perfecto que ayude al campo a avanzar en autoestima, a la vez que pone en valor el trabajo de los miles y miles de agricultores que amanecen cada día mirando al cielo para que llueva; y si lo hace, que no sea de forma torrencial. Pero es que a la vez otean de soslayo los mercados para conocer el valor de sus productos y la diferencia que existe entre lo que ellos perciben y lo que alcanzan en los supermercados. Y por si no hubiera bastante, están pendientes de que no venga una exministra o cualquier otro indocumentado y trate de hacer daño con problemas que parecía ya superados, como es el sabor de los alimentos que cultivamos y que se consumen en Europa. De eso precisamente va nuestro Anuario de Agricultura de este año. Del reto que tenemos por delante de caminar en la línea de la imagen. En la línea de poner en valor lo que tenemos y de acabar, de una vez por todas, con aquellos que se empeñan un día sí y otro también de ganar mercado por el camino del daño a la competencia, no por el trabajo cotidiano y la superación en exigencias y en valores de calidad. Y de aquí avanzar en el difícil reto de equilibrar presupuesto y de inclinar la balanza del lado de aquellos que son, si no el único, si uno de los eslabones claves de la cadena de producción. Porque de nada vale obtener un rendimiento notable, pongamos por caso el precio del aceite (ahora disparado, pero a la baja) o de otros productos básicos, si no hay producción, si la sequía amenaza los cultivos, el granizo te derrumba el invernadero y el abono o los fitosanitarios son prohibitivos. Estamos ante un equilibro del fiel de la romana, balanza si quieren en términos más actuales, que lamentablemente casi nunca se decanta del lado más débil.

Y el agua, fuente vida y responsable junto con el clima de que nuestra tierra sea líder en producción, líder en facturación, líder en tecnología, líder en innovación y líder en agricultura ecológica. El agua convertida en el bien más preciado y en objeto de luchas intestinas entre los unos y los otros, los otros y los unos, para tratar de desgastar el contrario con discusiones absurdas, que lo único que logran es incrementar la lucha entre territorios, cuando de lo que se trata es de un reparto justo, equitativo, con criterio y buscando su uso en otros territorios cuando las necesidades de aquellos que la tienen estén satisfechas. En tiempos de sequía como el que vivimos, con periodos cada vez más prolongados de escasez, no se trata de dividir. Al contrario, se trata de trabajar en soluciones comunes para, de la mano, crecer en sostenibilidad, producción y capacidad de afrontar los tiempos de carencia que se ya están aquí. Sorprende, y quizá hasta me duele, comprobar como aquellos que dicen lideran nuestros destinos desconocen en la mayoría de las ocasiones el problema y su solución. A veces, incluso, tengo la sensación de que más que apagar el incendio, lo que se hace es inyectar más gasolina a la pira para que arda mejor. No cabe descartar ninguna de las soluciones posibles. Trasvases, desaladoras, sondeos, todas son válidas siempre que medioambientalmente sean sostenibles. No se trata, entiendo, de avanzar en el daño al planeta, sino de luchar por la sostenibilidad, a la vez que se mejora la producción y la calidad de lo que tenemos. Se pueden arbitrar todas las medidas que sea crean acertadas en la búsqueda de esta sostenibilidad, pero el trato debe ser igualitario para todos. El producto que usted tiene en sus manos, por tanto, es una recopilación de lo que es el presente y el futuro agrícola de Andalucía, Murcia y Extremadura. En él encontrarán, además de un análisis pormenorizado de la importancia del consumo de hortalizas y frutas para mejorar la salud, todos los datos de la última campaña, los pueblos que son líderes con productos que los diferencian de otros, la agricultura de interior, los cultivos bajo plástico, las cooperativas, las alhóndigas, las opiniones de los protagonistas, la agricultura ecológica, los innovadores, la lucha biológica, los almacenes, la distribución... Un sector capaz de mover a toda Andalucía, a Murcia y Extremadura en constante evolución, innovador y en pleno proceso de renovación. Una generación de luchadores para una agricultura compatible con el medio ambiente, altamente cualificada y en la vanguardia tecnológica, capaz de sobreponerse a todas las dificultades, que no son pocas. Incluso a las sobrevenidas. Pero saldremos reforzados.

Y es que hay que avanzar, esa es nuestra pretensión, en la consolidación de la imagen de nuestras regiones. Alejar en la medida de lo posible a aquellos que buscan horadar con mensajes casi siempre interesados y de parte, el trabajo de un sector como el agroalimentario hecho a si mismo, labrado con el esfuerzo y el sudor de miles de manos, capaces de extraer el máximo valor añadido a una tierra exigente siempre, pero noble si se la mima con la experiencia y el buen hacer de quienes la trabajan. El permanente intento de nuestros vecinos en socavar la imagen de nuestra tierra no es más que un ejercicio vil, alejado de lo que debe ser la competencia sana y justa. Luchemos por seguir liderando el mercado agrícola europeo y exijamos a las administraciones que si no ayudan, al menos nos defiendan en situaciones como la descrita. Tenemos el sol, tenemos la tecnología, tenemos la tierra y avanzamos pese a las trabas en crecer para generar riqueza y seguir alimentando a la vieja Europa, pese a los indocumentados y a los desconocedores de la limpieza del proceso de cultivo en el que nuestras regiones se mueven.

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