Los pimientos de Dalías, los primeros en plantarse del Poniente

Agricultura

Buscan una ventaja competitiva frente a sus vecinos del Poniente, los productores de El Ejido

Plantar desde primavera les permite obtener mayor rentabilidad para los cultivos y alargar el ciclo productivo

El tomate pierde la mitad de su valor en apenas un año

Fran Criado con los primeros pimientos recogidos.
Fran Criado con los primeros pimientos recogidos. / Javier Alonso

Dalías/Correteaba Fran Criado por las fincas que hoy son suyas cuando apenas tenía once años. Los terrenos eran de su padre, después de haberse transmitido de generación en generación. Correspondían a los clásicos parraleros de la uva, los moradores de la tierra durante décadas, obligados luego a la transformación al invernadero cuando el fruto dejo de dar rentabilidad.

A escasos días de hacer la primera quita del pimiento, que fue plantado a finales del mes de abril, Criado recibe a los periodistas desplegados en la localidad. Los dailenses son conocidos por sus ‘prisas’ a la hora de empezar a cultivar, a diferencia de la campaña en el resto del Poniente, que arranca una vez superado el verano. Les aporta una ventaja que es clave para llevar adelante su negocio. “Alargamos el ciclo, empezamos a coger antes y tenemos menos competencia”, asegura. “Tenemos un ciclo de nueve meses, aquí hemos optado por hacerlo más largo”, añade, asegurando que con la limpieza y puesta a punto completan la labor del año.

En Dalías logran ser los primeros y vender su producto más caro. Aprovechan las ganas de comerse al ‘rey’ de la ‘huerta de Europa’, llegando antes que los agricultores de El Ejido. “Cuando empiezan ellos, aquí hay miles de kilos recolectados”, explica. El hándicap es que no solo suben los precios sino los costes de producción. “Si estás en verano, tienes que regar más y eso se nota”, recalca. Con el riego por goteo intentan optimizar el uso de los recursos hídricos, un ahorro que llega al abono o al uso de electricidad. Contra las plagas, cada vez más, cabe darle una vuelta a la cabeza, pues los fertilizantes cada vez son más costosos.

El pimiento es la estrella del sector primario en Dalías. Nueve de cada diez cultivos que hay en esta localidad pertenecen a este manjar, que se puede encontrar en todas sus variedades, rojo, amarillo o verde, contando con un sabor único que es posible gracias a la orografía, al venir el agua del Arroyo de Celín, una maravilla hídrica en tiempos de escasez. Los pimientos compiten, como no podía ser de otra manera, con los tirabeques, procedentes de la familia de los guisantes, que requiere de una técnica especial dada la complejidad de un alimento que solo se cultiva unas semanas al año, debiendo ser degustado inmediatamente.

El consumidor lo nota cuando llega a la mesa. “Hace mejor temperatura si empieza en primavera uno, por lo que se ayuda al cuajado”, describe. En una zona de altura donde los inviernos son rudos, tener el 80% de la producción recolectada cuando llega diciembre y enero es una ayuda. 

“En la zona de Dalías las extensiones de terreno no son muy grande, entre una hectárea y media y dos, por lo que son empresas familiares sobre todo”, dice. La pasión le vino desde chico pero fue cuando su padre le dio el relevo cuando decidió seguir con el legado de tantas generaciones. “Yo llevo en la finca desde hace cinco años, pero cuando era niño ya venía por los campos”, recuerda. 

El pimiento no es de difícil retirada aunque las campañas van pesando. Es un trabajo muy físico que acarrea lesiones. Fran espera a que con el crecimiento de la planta pueda hacer su trabajo herguido y no agachado como ahora. Su cuerpo es su herramienta. No usa máquinas. Él quita el pimiento con sus manos.

Ahora debe hacerlo con los pimientos verdes, listos ya para llevarlos a la alhóndiga y ver qué le pagan por ellos. No ha tenido problemas casi nunca con el precio pero, aunque se trata de un cultivo más estable que la berenjena o el calabacino, cada visita es una lotería. Si quiere que maduren, y varíen su color a rojo o amarillo, según la variedad, habrá que esperar aún unas semanas más.

Su pimiento no lo comerán los almerienses. “Su mercado es la exportación”, cuenta. De los almacenes viajara a Alemania, Italia o Reino Unido. Los vecinos comunitarios se hacen ‘la boca agua’ con los productos que salen del Campo de Dalías, regados por un Arroyo de Celín que es fuente de vida. El agua les hace temer, no quieren que se repita lo de otras zonas.

“Si no tenemos agua solo sobrevivirán los grandes”

María Dolores plantando pimientos.
María Dolores plantando pimientos. / D.A.

Una hectárea de terreno tiene María Dolores Cabrera, que trabaja en su plantación de Dalías, aunque es vecina del municipio de Berja. El proceso está empezando ahora, pues acaba de comenzar a plantar para la próxima campaña. 

Lleva siete años trabajando la tierra, un bagaje suficiente como para analizar cómo ha cambiado el campo en estos años y ver el futuro con algo más de claridad. Ahora lo ve pesimista. “Si no hay agua, de aquí a unos años se va a perder. Solo sobrevivirá el que más hectáreas tiene”, cuenta. La tensión hídrica es, para ella, el mayor de los problemas que atraviesa el Poniente en cuanto a la viabilidad del sector agrícola, a diferencia de lo que expresaba Criado. 

“No tenemos agua, cada vez que cuesta más y vale muy cara. Cada año los regadores te lo van diciendo”, crítica. El mensaje es para los políticos, los encargados de solucionar la escasez actual. No pueden lograr que llueva pero sí gestionar la poca que hay. “Aquí no se está trabajando con el agua, no se hacen pantanetas. Tiramos de lo poco que llueve”, explica en una conversación telefónica que se produce tras una larga jornada de trabajo.

 

En Dalías quedan aún los últimos parrales de uva, una actividad con tradición que se ha perdido.
En Dalías quedan aún los últimos parrales de uva, una actividad con tradición que se ha perdido. / Javier Alonso

Ella empezó en el negocio para encontrarle la rentabilidad al cultivo. Lo hizo a mitades de la década pasada. “Entré porque es lo que más dinero da en el pimiento pero en la sandía te puedes hundir si no vale en el mercado. Hay campañas que van muy mal”, confiesa. Por ahora, está satisfecha. La última campaña funcionó bien, aunque no quiere lanzar las campanas al vuelo. En el agro nunca se sabe.

La flexibilidad es lo que más valora. “Es un producto que si no lo recoges, lo puedes tener más tiempo. Con las habichuelas no tienes ese margen”, añade, antes de decir que “si no vale para verde, lo puedes dejar para el rojo”.

Con las protestas que ha habido en los últimos meses, entiende el mensaje. “Veo que el género viene de Marruecos y no se cumplen los mismos requisitos pero la culpa es de las grandes superficies. Nosotros nos estamos poniendo trabas”, asegura.

A Marruecos, como al resto de terceros países que venden en territorio nacional, no le teme. Su mayor preocupación sigue siendo el agua que pueda haber, que cada vez es menor. Ni siquiera le atemoriza los precios, uno de los mayores dolores de cabeza para la mayoría de productores. “Los productos fitosanitarios cuestan el doble, ahora vendemos el pimiento a casi un euro y con eso vas saliendo”, sentencia, aunque reconoce que antes se sacaba más rentabilidad.

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