La gestión del agua para la agricultura en Andalucía: ¿una barrera al desarrollo sostenible?
La Voz Invitada de Andrés García Lorca
El catedrático señala que la gestión de este recurso precisa de prudencia y rigor
Hace unos días recibía una atenta petición de consulta por parte de una doctoranda en un prestigioso centro de formación europeo, cuya tesis se estaba basando precisamente en este tema. Me hizo referencia a su contacto con mi colega el director del Centro de Naciones Unidas para la Lucha Contra la Desertificación (Cnuld) ubicado en Bonn (Alemania) y me solicitaba que le clarificase algunos aspectos fundamentales para generar el relato de su disertación y le permitiese buscar soluciones a estas barreras al desarrollo sostenible.
Esta petición, me provocó una inmediata reflexión sobre la percepción y la realidad de la gestión del agua para el uso agrícola, desde el punto de vista de la sostenibilidad, en nuestro modelo productivo andaluz. Ya de por sí, el enfoque de la tesis, dejaba claro para esta investigadora que, el actual sistema de gestión del agua en la agricultura de Andalucía constituía una barrera al desarrollo sostenible y ello me preocupaba, no solo por la expansión de ese concepto en la comunidad científica y en general en la sociedad, sino por si constituía una verdad científicamente demostrable.
Cierto que una tesis parte de una hipótesis, que es solo una propuesta de investigación y deberá demostrarse; pero insisto, mi preocupación era fundamentalmente por lo que parecía un aspecto inocuo como es la percepción social de esta realidad. Pero también, la revisión del conocimiento necesaria en este tipo de estudios, puede haber detectado una realidad que implique un problema de gestión pública del agua.
La evidencia es que existen problemas en la gestión del agua en la agricultura y en algunos casos lacerantes al sobrepasar, con determinados sistemas cultivo, la demanda técnicamente disponible de este recurso; pero tampoco es una generalidad para el conjunto del territorio.
La huella hídrica
Ya he escrito, en otras ocasiones, que no todos los sistemas de producción agraria en Andalucía son sostenibles desde el punto de vista de la gestión del agua, pero curiosamente las frutas y hortalizas y otros cultivos leñosos como en algunos casos el olivo y la vid, son en su mayoría bastante sostenibles; basta con aplicarles un sistema de indicadores para evaluarlos como pueden ser los que desarrollé en su día, de eficiencia social y productiva del agua. Pero además hay que valorar el esfuerzo de muchísimos productores para implantar la Certificación H3 que evalúa la huella hídrica y evidencia un uso sostenible del agua con el riego de precisión.
De otra parte, considerando la dimensión de la agricultura andaluza como modelo agroexportador, comprobamos que los resultados de la balanza comercial de Andalucía, al cierre del ejercicio de 2020, ha presentado un saldo positivo con un dato muy significativo 3.192 millones de euros. Las claves de esta balanza hay que buscarlas en el sector primario siendo las hortalizas, los cereales, las frutas y el aceite de oliva los que soportan, en mayor medida, el dato positivo del comercio exterior andaluz.
Si barajamos estas dos realidades nos encontramos ante una situación compleja y de cierto riesgo, pues si avanza la percepción social de que el modelo productivo andaluz no garantiza la sostenibilidad del mismo, por una inadecuada gestión del agua, la pérdida de competitividad y las ayudas a la agricultura pueden verse afectadas.
Por el contrario, si se evidencia que la gestión del agua en la agricultura es un modelo de búsqueda para la gestión sostenible del recurso, la situación variará de forma positiva.
Disponibilidad de un recurso hídrico
En la carta de esta doctoranda apelaba a la necesidad de valorar otras vías de análisis, ya utilizadas en mi investigación basadas en el uso de la teledetección espacial y no dejaba de tener razón, pues esta técnica nos permite conocer muchísimos aspectos relacionados con la gestión del agua y los cambios de usos del suelo, contenidos de transcendental importancia y que son una realidad en Andalucía.
El pasar de secano a regadío sin garantía de disponibilidad de un recurso hídrico permanente en el tiempo, en un medio árido, semiárido o subhúmedo, es un riesgo muy alto, pues conduce a la desertificación y este fenómeno, en un contexto de variabilidad climática, es muy peligroso.
En definitiva, la gestión política del agua en la agricultura exige ver más allá de la realidad inmediata a la vez que valorar la percepción del presente, lo que exige prudencia en las decisiones, rigor en los sistemas de control y difusión de los avances en la gestión si ésta responde al interés general buscando la sostenibilidad.
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