Gonzalo Guillén: La estrategia europea “Farm to Fork”
La Voz Invitada
El autor reflexiona sobre las iniciativas de la CE para un sistema solidario más sostenible
Cuando hablamos del futuro en nuestro sector agroalimentario estamos obligados a hablar y a identificarnos con la nueva estrategia europea “Farm to Fork”, o en español, ”De la granja a la mesa”, que persigue estructurar a la vez un sistema de alimentación que sea justo, saludable y sostenible medioambientalmente.
Una estrategia que busca convertir a Europa en el primer continente “neutro” a nivel de contaminación de cara al año 2050, mejorar la salud de sus habitantes y su calidad de vida, y optimizar el cuidado por la naturaleza. Y lo más importante, hacer todo esto de forma inclusiva y que al mismo tiempo sea una fuente de generación de nuevas oportunidades a nivel económico.
Hoy, a nivel mundial, Europa es ya reconocida como líder en seguridad alimentaria, hábitos de consumo saludables y alta calidad de sus productos. Son muchos años de esfuerzo e inversión de todos los agentes, agricultores, pescadores o industrias a lo largo de la cadena alimentaria, pero, ahora, además, nos toca ser los más sostenibles.
En resumen, podríamos decir que esta nueva estrategia “De la granja a la mesa” está basada en el trinomio “gente saludable + sociedad saludable + planeta saludable”.
Con la llegada de la pandemia, nuestro sector primario y nuestra industria de alimentación y bebidas han demostrado que son un sector fundamental y que está preparado, pero que debe reforzarse para ser capaz, bajo cualquier tipo de circunstancia, de asegurar un suministro suficiente, estable y a costes razonables a todos los ciudadanos.
Cada día somos más conscientes del incremento de riesgos que sufrimos, como ejemplo reciente ha sido esta pandemia, pero hay muchos otros factores que nos afectan, tales como las recurrentes sequías o inundaciones o los incendios forestales. Todos estos acontecimientos, imprevisibles en su inmensa mayoría, nos recuerdan cada día que nuestro sistema alimentario está bajo una constante amenaza y debe volverse más fuerte, capaz y sostenible.
Por otro lado, los consumidores evolucionan rápidamente y, hoy en día, son mucho más exigentes, buscan alimentos más frescos, menos procesados, y cada día prestan una mayor atención a que las materias primas y su gestión y sistemas de producción, sean más sostenibles.
También resaltaría, como bien se ha demostrado durante los meses que venimos padeciendo la pandemia del Covid-19, que los consumidores nos demandan productos cada vez más locales, con una cadena de suministro cercana, más controlada y fiable. Creo que este cambio de paradigma, con este nuevo consumidor con nuevas prioridades, seguro que nos traerá multitud de oportunidades a nuestro sector de la alimentación, a todos los niveles. Además, será nuestra responsabilidad dar respuesta a esas nuevas demandas y exigencias de los consumidores.
Nuevas respuestas
En cuanto al sector primario, nuestros agricultores y ganaderos se encuentran en una situación en la que tenemos que darles nuevas respuestas y soluciones para buscar una reducción urgente de la dependencia actual a los pesticidas, evitar los excesos en el uso de fertilizantes y, al mismo tiempo, promover la agricultura ecológica, mejorar el bienestar animal y revertir la pérdida de la biodiversidad, sin perder de vista que agricultores y ganaderos europeos ya han hecho esfuerzos en los últimos años en esta dirección. Es el momento de innovar, de aplicar nuevas tecnologías y buscar la eficiencia al tiempo que garantizamos más sostenibilidad. Todo esto redundará en un mejor y más justo reparto del rendimiento económico de la cadena alimentaria.
Por último, esta estrategia también persigue la mejora de la dieta de los europeos. Todavía hay problemas graves que necesitan más atención. Por ello, será prioridad la reducción de los niveles de obesidad, acortar al máximo el desperdicio alimentario, que supone en torno al 20% del total de la alimentación que sale al mercado, disminuir de igual manera las enfermedades relacionadas con los malos hábitos alimentarios y, por ende, rebajar el coste de la sanidad. No cabe duda de que una dieta mejor, más ordenada, también redundará finalmente en una menor huella ambiental en los procesos de producción de alimentos.
No puedo pasar por alto esta oportunidad para, como presidente de Anierac (la Asociación Nacional de Industriales Envasadores y Refinadores de Aceites Comestibles), mostrar los recelos de la industria envasadora española del aceite de oliva con algunas de las medidas recogidas en el anteproyecto de reforma de la Ley de la Cadena Alimentaria que promueve el Gobierno, en especial, con aquellas que intentan garantizar a toda costa un precio justo al olivarero limitando la competitividad de España frente a otros países productores de nuestro entorno.
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