Informe sobre barrios marginales
La cara menos amable de las ciudades de Andalucía
Roma/Es como un viaje en el tiempo que nos retrotrae a la segunda legislatura con José María Aznar como presidente del Gobierno. Los marroquíes constituyen de nuevo la mayoría relativa de los inmigrantes irregulares que llegan a las costas españolas, sobre todo a las de Andalucía.
Globalmente los subsaharianos siguen siendo mucho más numerosos, pero cuando se hace el desglose por nacionalidades los marroquíes constituyen la mayoría relativa seguidos por los argelinos, según las tablas estadísticas que entregó la semana pasada en Roma el titular de Interior, Juan Ignacio Zoido, a su homólogo italiano Marco Minniti.
Hasta el 10 de septiembre pasado habían llegado por mar a España, sobre todo desde finales de mayo y principalmente a Almería, 2.683 marroquíes (el 25% del total) y 1.244 argelinos. En un alejado tercer puesto figuraban los marfileños (768). Nada menos que 4.567 subsaharianos no habían podido ser identificados aunque Interior suponía que procedían de los países de la franja semidesértica del Sahel que atraviesa África de Chad a Burkina Faso.
La cifra real de marroquíes y argelinos debe de ser más elevada que la recogida por la tabla de Interior. Esos inmigrantes intentan, al poner pie en España, no ser apresados por las fuerzas de seguridad porque saben que serán devueltos rápidamente a sus países de origen. Los subsaharianos, en cambio, no se resisten porque conocen las dificultades y el coste económico que entraña su expulsión. Ellos mismos tratan de dificultarla rehusando a veces revelar su nacionalidad o asegurando que proceden de países en conflicto a los que es imposible devolverles.
Aunque a España llegaban pocos, los marroquíes han seguido emigrando todos estos años a Europa a través de rutas tortuosas como la que conduce de Turquía a Grecia, haciéndose pasar por refugiados sirios e iraquíes, o, más recientemente, de Libia a Italia. En lo que va de año, hasta el 19 de septiembre, 4.902 marroquíes habían desembarcado irregularmente en las costas italianas.
Si a las casi 11.000 llegadas por mar (9% de menores de edad) se añaden las entradas por tierra, sobre todo a través de Ceuta y Melilla, el número de inmigrantes que entraron irregularmente en España en lo que va de año ronda ya los 14.000. Si, como es previsible, se mantiene la tendencia actual en 2017 se duplicará con creces el número de "sin papeles" acogidos en España, especialmente en Andalucía.
La ruta migratoria del Mediterráneo Occidental, la que une básicamente el Magreb con Andalucía, es la que más crece mientras que las que van de Turquía a Grecia y de Libia a Italia están en declive. Aun así, por esta última han transitado hasta el 19 de septiembre 102.942 personas (13% menos que durante el mismo periodo del año pasado). La que une a Turquía con Grecia solo la recorrieron 21.500 cuando en 2015 fueron 857.000.
"Entendemos, a juzgar por lo que dicen nuestros expertos sobre el terreno, que España atraviesa ahora algo parecido a lo que vivieron Grecia, a comienzos de 2015, o Italia (…)", comentó en rueda de prensa, a mediados de septiembre, Joel Millman, portavoz de la Organización Internacional de Migraciones (OIM), una agencia de Naciones Unidas. Si continúa creciendo el flujo podría producirse "una gran emergencia" migratoria, advirtió.
Aunque se hayan ahogado 121 inmigrantes navegando hacia las costas españolas a lo largo de este año, laruta que conduce a España es menos mortífera que la que parte de Libia. La estancia de los emigrantes en este país, mientras esperan para poder embarcar, es un auténtico tormento mientras que en Marruecos padecen, mientras aguardan, menos miserias y explotación. Además, la travesía desde Marruecos, sobre todo desde la costa del Rif, desde donde zarpa ahora el grueso de la emigración, es más corta y más barata que desde Libia. María Jesús Herrera, jefa de la misión de la OIM en España, calcula que el precio oscila entre 500 y mil euros por pasajero.
Estas razones explican por qué los inmigrantes, y las organizaciones criminales que trafican con seres humanos, buscan en el Mediterráneo Occidental una vía alternativa para llegar a Europa entrando por Andalucía.
Personajes tan alejados como Fabrice Leggeri, director de Frontex (la agencia europea de control de fronteras), o Estrella Galán, responsable de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, han señalado en público que el auge de la emigración hacia España es achacable en buena medida al descuido de Marruecos. Para acallar la revuelta del Rif, Rabat ha concentrado en esa región a numerosos efectivos -25.000 agentes, según los activistas rifeños- de sus cuerpos de seguridad y dispone por tanto de menos medios para vigilar su costa septentrional. El ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, y hasta el propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, han ensalzado a lo largo del verano la colaboración marroquí en todos los ámbitos. Zoido ha atribuido públicamente al buen tiempo el repunte de la inmigración, como si en años anteriores el verano hubiese sido tormentoso. Fabrice Leggeri sostiene además que "por el momento no hay ningún vínculo" entre la ligera disminución de la presión migratoria sobre Italia y el incremento de la que padece España. No es esa la opinión de Juan Iglesias, director de la cátedra de refugiados y migrantes forzosos de la Universidad Pontificia de Comillas. La relativa caída de la presión sobre Grecia e Italia "aumenta la que se ejerce sobre la ruta occidental del Mediterráneo, aunque España se mantiene como el punto de acceso con menos entradas", escribe en un artículo.
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