Calle Arráez (IV)
crónicasdesdelaciudad
Nobiliario. Pese a que se la considera marquesa de Cabra, María Jover Greppi no lo fue, al menos formal y legalmente. Sí merecedora del tratamiento oficioso de consorte, incluso en su viudedad
Su prestancia arquitectónica, carga histórica y vicisitudes acumuladas justifica que la casa de José Jover ocupe la práctica totalidad de reportajes dominicales dedicados a la calle Arráez, nexo de unión entre el Puerto, ciudad fundacional y la moderna cristiana surgida a partir del arrabal de La Musalla: de Puerta de la Imagen (Almedina) a la de Pechina (Purchena). Abocetados ya este y dos personajes colaterales al relato (los hacendados Thomas Gorman y Bartolomé Greppi), es momento de adentrarnos en otros protagonistas principales. Por cierto, la calle Colomer (en La Chanca) se abrió en 1911 tras ser derribada una casita en el Barranco Greppi propiedad de Carmen, benjamina del próspero comerciante de igual apellido
José Jover Giral, de origen catalán, formalizó en 1840 ante el notario Vázquez Marín la compra de una casa de Juan Campana Chacón perteneciente con anterioridad -afirma José Luis Ruz- al mayorazgo de los Villalobos Belvis. En su solar edificó el inmueble que hoy acoge al Archivo Municipal "Adela Alcocer": un polígono irregular, a tres fachadas (Arráez, La Reina, Milagro) y 835,75 m/2 de superficie construida. Al no constar en el AMAL el correspondiente legajo de la comisión de Ornato, desconocemos la autoría del proyecto (tampoco se indica en el Registro de la Propiedad). No obstante, dada la década (entre 1838-1840), nos decantamos por el arquitecto municipal Juan Bautista Domínguez; una vez trazada la ancha y empinada vía. De su solidez y armonía dan cumplida cuenta los herederos: "Suntuoso edificio, único de este arte en esta calle, de moderna construcción, en el nº 10… Valorado en más de un millón de reales" (Expediente sobre alineación de calles, 1872). En 1866 había sido inscrita en el Registro por su viuda e hijos, tras fallecer aquel el 23-VIII-1865. En estas fechas eran también dueños de las casas núms. 4 y 6, en la acera de los pares, única urbanizada.
A la adelantada semblanza personal del dicho José Jover, debemos añadir que fue presidente del Liceo, estaba en posesión de la Gran Cruz de Carlos III y que obtuvo el nombramiento de secretario honorario de S. M. la Reina. Sabemos asimismo que cuando su muerte en Barcelona le acompañaba su familia y que la causa -según carta del yerno, Martín Belda- "no ha sido de cólera, sino de un ataque de orina que le tenía enfermo hace mucho tiempo". De su matrimonio con Mª Josefa Hernández de Nalda -hija mayor del repetido Greppi- nacieron María (1832) y Francisco (1839), fallecido en 1879, como más adelante veremos, en el parcial hundimiento de la mansión solariega. Isabelino moderado como el padre, fue al parecer firmante del documento de abdicación de la reina (junio, 1870) y acompañante en su destierro a Francia tras la revolución de septiembre de 1868, "La Gloriosa". Siendo Francisco agregado al Cuerpo Diplomático, en 1864 regresó a la capital al obtener una concejalía en el Ayuntamiento; cargo al que renunció al ser nombrado tres años después diputado a Cortes.
MARIQUITA JOVER Y
EL MARQUESADO DE CABRA
Pese a que reiteradamente se le ha considerado (y yo el primero) marquesa de Cabra, María Jover no lo fue nunca, al menos rigurosa y legalmente. Sí merecedora del tratamiento oficioso de excma. sra. marquesa consorte. Cuando en junio de 1875 Alfonso XII le otorgó tal título a Martín Belda ("teniendo en consideración los leales y distinguidos servicios que tenéis prestados"), la pareja se había separado de hecho hacía cinco lustros, distanciados maritalmente por cientos de kilómetros: de Almería a Madrid o Córdoba. Es más, en el testamento rubricado el 31-XII-1881, designa marqués a su sobrino, Francisco Méndez de San Julián. En cambio, a la que fue su esposa ("a quien declara haber querido y considerado mucho toda su vida") solo le dejó en herencia, para que la recordara, "una sortija con un brillante de gran tamaño". Eso es todo.
A mediados del s.XIX la joven de 18 abriles se hallaba en Madrid, presumiblemente cultivando su educación en la Corte, en la que la familia mantenía lazos de amistad. Es entonces cuando el egabrense -12 años mayor, apuesto y ambicioso- puso en ella los ojos del deseo. Pretensión consumada en una boda que daría inicio a la particular historia de amor y desamor de Mariquita, la que marcaría su triste destino. Un "amor" al que no debió ser ajeno el que el suegro en perspectiva "es hombre de una fortuna grande, pues pasa de 6 o 7 millones (de reales) y no tiene nada más que dos hijos: mi futura esposa y otro niño enfermito". ¡Un gran partido! Frente a los hechos consumados, la oposición paterna no surtió efecto: "Entre mi suegra y yo no hay simpatías ni creo las habrá… Casados independiente de nuestra voluntad". Tras depositar a la novia -acto que la Ley permitía- en casa de Juan Sevillano, marqués de Fuente de Duero, los esponsales se celebraron, a las bravas, el 14 de noviembre de 1850 en la parroquia matritense de San Sebastián, siendo oficiados por Juan José Bonel, cardenal primado y arzobispo de Toledo y apadrinados por José Luis Sartorius (conde de San Luis y exgobernador de Almería) y la esposa de Sevillano; firmando en el acta distintos diputados. José Mª Garrido, a quien recurrí en su momento, amplió posteriormente la biografía del individuo en cuestión, además de un copioso epistolario ("Martín Belda: Un político al servicio de Isabel II"). Doble texto al que accedí por indicación de Encarna González, muy interesada en la persona de María Jover y de su abuelo Bartolomé Greppi. Una obra con lagunas inexplicables en pasajes cruciales para la comprensión de futuros comportamientos de la "sra. marquesa consorte de Cabra": ¿Cuándo se "descasaron" y porqué?, ¿cuándo y dónde nació un hijo prematuramente muerto? En cualquier caso y aunque en ocasiones regresó a la ciudad y María le remitió varias cartas, el vínculo se deshizo y ella quedó al amparo de los padres a finales de 1852, incluida vivienda y pensión alimenticia. Martín Belda y Mencía del Barrio, actor secundario en los anales del palacete sería, sorpresiva y erróneamente, quien le adjudicase el título heráldico. Hijo de un vendedor de mantas y administrador rural de Correos, nació en Cabra (Córdoba) en agosto de 1820. De mozalbete marchó a Madrid protegido por políticos locales (Juan Valera, Alcalá Galiano) y posiblemente el conde de san Luis, ligado maritalmente a Almería. Tiempos gobernados por la regente María Cristina en los que un joven audaz, "con don de gentes y talento natural", además de ambicioso y falto de escrúpulos para trepar y hacer vertiginosa carrera en política y en los negocios, se vio favorecido por un sistema institucional y administrativo sumamente corrupto. Su hoja de "servicios" (no incluyo los prestados en el tálamo regio) es densa y extensa: Comendador de Carlos III, diputado a Cortes, coronel honorario de Artillería de la Marina Real, presidente del Congreso, ministro de Marina y director del Banco de España, entre los cargos más relevantes. Falleció en Madrid en enero de 1882.
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