Calle Arráez (II)
crónicasdesdelaciudad
Casa de Jover. De considerable tamaño y cuidada talla historicista, el hoy Archivo Municipal "Adela Alcocer" -en el Casco Histórico- es uno de lo edificios clasicistas más puros y monumentales
Dentro de este tipo de casa palaciega (referido a las viviendas burguesas del siglo XIX) el ejemplo más importante seguramente sea la de (sic) los marqueses de Cabra, en la calle Arráez esquina a Queipo de Llano (actual de La Reina y antes Gorman, Libertad y Mariana Pineda). Se trata de uno de lo edificios clasicistas más puros, más monumentales y posiblemente más tempranos. Destaca por su considerable tamaño y el cuidado de la talla de sus elementos historicistas: portada con medias columnas toscanas, cornisa de balcón central incluso con dentellones, estilizadas cartelas sustentando los guardapolvos, mútulos en la cornisa de remate y barandillas con cabezas de medusa, palmetas, rosetas, caduceos, especie de trofeos con águilas sustentando carcajes, etcétera". La cita corresponde al profesor Emilio A. Villanueva (Urbanismo y Arquitectura en la Almería Moderna (1780-1936), el más creíble y documentado especialista del urbanismo local de las últimas centurias, en alusión al inmueble que hoy acoge al Archivo Municipal "Adela Alcocer" (AMAL), errónea y crónicamente etiquetado como palacio de los marqueses de Cabra, en lugar del de su originario propietario, José Jover Giral. Inexplicablemente no tiene la consideración de BIC y se excluye del catálogo del Patrimonio Histórico Andaluz; sí está protegido con el grado "2" en el PGOU vigente, aunque descendiendo un peldaño respecto al Plan anterior. La información de la ficha 2-62 es escueta: "Edificio relevante de la arquitectura almeriense durante el periodo isabelino".
La antigüedad en Almería del apellido que nos ocupa se remonta a 1746, con la estancia de Blas Jover, fiscal del Real Consejo (afirmaba el cronista Joaquín Santisteban). De este tronco toral -originario de Copons, en la comarca barcelonesa de Anoia, "principado de Cataluña"- varios de ellos han ocupado cargos relevantes en la política, la literatura y el comercio provincial. Destacan, a modo de inventario, los hermanos Pedro y Francisco Jover Tovar: el primero, diplomático, se suicidó cuando regresaba a España de una misión africana en Río Muni; y el segundo, cronista oficial y gobernador, se construyó en la calle Infantas (Casa del Gobernador) la señorial vivienda adosada a la del vizconde de Almansa (c/. Campomanes), en cuyas dependencias ofrece impagables servicios al investigador el Archivo Histórico Provincial (AHPAL), dirigido por Mª Luisa Andrés Uroz. O bien Carlos Jover, fundador (con su hermana) del elitista y decimonónico balneario El Recreo y el más populoso y reciente Diana, al comienzo de la playa del Zapillo. En estos capítulos dedicados a la calle Arráez nos centraremos en la persona del dicho Jover Giral, rico hacendado urbano y agrícola nacido en 1897. Además del uso (escuelas, Casa del Pueblo, Cáritas, emisora de radio) y vicisitudes sufridas por su mansión solariega (singularmente el hundimiento que se cobró cuatro víctimas), recordaremos a personajes que forman parte de sus anales: Bartolomé Greppi, suegro y socio; a su esposa, hija y yerno, Martín Belda, 1º marqués de Cabra, etcétera.
JOSÉ JOVER GIRAL
Escribió Santisteban Delgado (y no fue desmentido) que procedente de Granada llegó a Almería en la segunda década del siglo XIX, montando con su suegro, el italiano Greppi (este le da nombre a un paraje de La Chanca), una fábrica de fundición de plomo, con la cual amasaron una considerable fortuna. Y prosigue, con precisión en el dato según hemos podido contrastar:
"Militando en el partido liberal fue regidor en 1833, saliendo en mayo de 1834 con una columna de voluntarios que persiguió y logró hacer prisionero al famoso (¿) Juan L. Arráez. En enero de 1836 fue elegido diputado a Cortes y en septiembre de 1840 alcalde primero; volviendo en octubre al Congreso, reelegido en el 37, 39 y 41. En 1842 y 57 fue alcalde y en 1850 y 52 regidor de nuevo". Falleció en Barcelona el 23 de agosto de 1865, habiendo legado capital y bienes raíces en favor de su viuda e hijos, en "régimen jurídico de gananciales matrimoniales" (testamento rubricado ante el notario José Mª Pérez en marzo de ese año). Ignoro la causa de su muerte y el motivo de la estancia barcelonesa. Se casó hacia 1812 en la parroquia del Sagrario -pilar mayor de la catedral- con Mª Josefa Greppi Hernández de Nalda, hija mayor del doblemente citado Bartolomé Greppi.
Catalán de nacimiento al igual que sus hermanos Pedro y María, nuestro personaje desarrolló una intensa actividad empresarial como comerciante y propietario minero y agropecuario. Sin embargo no figuraba, por razones que se me escapan (BOP, 1850), entre los mayores contribuyentes de la provincia, a pesar de poseer un total de 23 fincas de labor repartidas por la Vega, Huércal y Rioja; amén de viviendas en el Casco Histórico. En 1854 el Ayuntamiento procedió a rotular las vías urbanas, "invitando" a los vecinos a contribuir en los gastos con módicas cantidades, entre dos y ocho reales de vellón. En el listado aparece José Jover Giral como dueño de diez de aquellas, repartidas entre las calles Murillo, Navarro, Estrella, Arenal y Sócrates. A estas debemos sumar el palacete que preside la de Arráez. Monárquico activo e influyente entre las filas locales, se alineó con el sector Moderado que sostuvo en el trono a Isabel II en fechas previas al Sexenio Revolucionario. Ello le llevó a brindar su lujosa casa -más exornada aún- a la reina y comitiva cuando el viaje de ésta a la capital en octubre de 1862. Dada la breve estancia regia, finalmente no se ocupó: Corte y Gobierno llegaron por la mañana en barcos procedentes de Málaga y esa misma tarde pusieron rumbo a Cartagena. Sigo a Francisco Mª Tubino, cronista oficial en aquel periplo por las provincias andaluzas:
"Para que nada se echase de menos se habían preparado suntuosos alojamientos a la alta servidumbre y Ministros en las casas de los Sres. Jover, Carrias, Bendicho, Lledó (en la propia Arráez), Carrillo, Aguilar, Hernández, Cámara y Roda, quienes aún teniéndolas alhajadas hicieron grandes gastos para ponerlas a la altura de las más notables en cualquier capital de cualquier orden".
Valga para finalizar una curiosidad recogida por Fernando Ochotorena ("La vida de una ciudad. Almería siglo XIX"; Editorial Cajal, 1977), datada en mayo de 1837:
"Solicitud del apoderado en esta ciudad de don José Jover reclamando la devolución de dos cañones de fierro de calibre de a seis, con sus cureñas, atascadores y municiones, que facilitó su principal en octubre del año pasado para acudir en defensa de la plaza, según acredita por documentos que le libró el Maestro Mayor de obras de fortificación, don Juan Prats. Se acordó oficiar al comandante General a fin de que se sirva dar sus órdenes para que se verifique la entrega reclamada respecto a ser dichas piezas propiedad del señor Jover". Evidentemente no se trataban, admitan la ironía, de los dos cañones volatizados de la Plaza Vieja y que según las malas lenguas (o buenas, vaya usted a saber) adornaron o adornan la finca de un preboste municipal de hace unas décadas.
También te puede interesar
Lo último